Hay un chiste recurrente en Estados Unidos que se refiere a la increíble necesidad de los norteamericanos por crear museos sobre temas absolutamente ridículos. El orgullo de ese pueblo perdido en Michigan es tener el Museo de Bolígrafos más grande de Norteamérica. En esa pequeña población de Massachussets donde apenas hay un dinner y un hostel podemos encontrar el sorprendente Museo del Arte Malo, una recopilación de obras que sonrojarían a cualquier artista. Nombres de ciudades y pueblos que apenas aparecerían en el mapa por otros motivos que no fueran, precisamente, el albergar uno de estos museos. Y es ahí donde entra la capacidad de emprendimiento de los estadounidenses. Esa visión de negocio, que muchos ven como una imagen distorsionada y maliciosa del capitalismo beligerante de estos días, y otros, sencillamente, como una novedosa manera de ganar algo de dinero. Los museos en Estados Unidos van de lo más cutre a lo más espectacular, y sus temáticas son de lo más variadas.
Sin embargo, lo que no hay en Estados Unidos es un Museo del Sexo. Tal vez por la educación básicamente puritana de los norteamericanos, que siguen viendo el sexo como algo vulgar y sucio. Tal vez porque todavía no han expandido su visión a las nuevas cotas de aperturismo sexual que hay en Europa, por ejemplo. El continente europeo siempre ha sido más abierto en este tipo de temas, sobre todo países como Francia, Alemania o Países Bajos. Territorios en los que ese puritanismo religioso, ese tabú moral, ha ido desapareciendo más rápidamente. Las chicas acudían a las playas en topless sin ningún problema, y se exhibían en revistas y reportajes explícitos antes incluso de la aparición de Playboy. De hecho, la apertura sexual llega a tal punto que en algunas de estas naciones, la prostitución ha sido legalizada y regularizada como un trabajo más. Países Bajos fue una de estas naciones pioneras, asumiendo un papel primordial gracias a que su capital, Ámsterdam, es uno de los lugares donde el sexo está más a la vista del mundo. Tanto es así que en su mítico Barrio Rojo podemos encontrar, de hecho, un Museo dedicado por completo al sexo.
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