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La Casa Farnsworth y los límites de la privacidad

Fecha de publicación: 17 diciembre, 2020

¿Cómo te imaginas tu casa ideal? ¿Tal vez como una vivienda muy grande, junto a una parcela con jardín y piscina? ¿O tal vez como una pequeña cabaña en medio de la naturaleza, de una sola planta construida completamente en madera, donde poder disfrutar de los bellos días de otoño? Cada cual tiene sus gustos en cuanto a viviendas ideales, pero hay algunas que han marcado un antes y un después, gusten más o menos al público en general. Normalmente, los edificios que marcan un punto de inflexión en el mundo de la arquitectura suelen ser grandes estructuras, museos, templos y edificios públicos o privados pero de gran envergadura. Sin embargo, también hay algunas casas muy famosas, a lo largo y ancho del planeta, que se han convertido en verdaderos monumentos por sí mismas, atrayendo tanto turismo como cualquier gran templo que e precie.

En Estados Unidos encontramos muchas de ellas, repartidas por todo este inmenso país que es más bien un continente, por su enorme territorio. Casas ideadas y diseñadas por algunos arquitectos emblemáticos que hoy en día son considerados auténticas leyendas, como Frank Gehry, por ejemplo. Estos diseñadores y arquitectos eran ya tan conocidos que solo las familias más pudientes podían pagar el precio de su trabajo para la creación de una casa. Sin embargo, así se aseguraban de tener no solo una vivienda, sino una obra de arte en la que vivir. La Casa Farnsworth es uno de los ejemplos más populares de este tipo de viviendas, una casa emblemática en Estados Unidos, ideada por el arquitecto y diseñador Ludwig Mies van der Rohe a mediados del siglo XX, con  un estilo tan particular y tan especial que ya desde su creación se convirtió en una referencia.

El proyecto de la casa Farnsworth

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En 1945, la doctora Edith Farnsworth encargó al ya por entonces famoso diseñador Mies van der Rohe la construcción de una casa de estilo moderno en Plano, en el estado de Illinois, que tenía previsto utilizar como lugar de retiro de fin de semana. Las obras de la casa, después de la creación del proyecto, comenzaron en 1947, aunque no finalizarían hasta 1951. Construida por completo en vidrio y acero, era un ejemplo perfecto de la pasión de Mies van der Rohe por estos materiales, que había puesto de moda en grandes instalaciones industriales poco antes. Sin embargo, la casa tuvo un sobrecoste importante, y el arquitecto y su cliente llegaron incluso a los tribunales para dirimir su responsabilidad.

El contrato se había cerrado en 58.000 dólares, que para la época era una pequeña fortuna. Sin embargo, el presupuesto llegó hasta los 73.000 dólares, creciendo más de un 25% por encima de lo previsto. La doctora Farnsworth se querelló contra el arquitecto, acusándole de mala praxis. Sin embargo, Mies van de Rohe logró ganar el juicio, aunque quedó apartado de la finalización de la obra, en la parte del mobiliario, que también había sido diseñado por él mismo. La doctora pasó muchos años en la casa hasta que murió a principios de la década de los 70, pasando la vivienda a un nuevo dueño, que la modificó para que se pareciera incluso más a la vivienda original de 1951, en un intento por recuperar la esencia con la que Mies van der Rohe la había diseñado.

Características de la casa

La casa Farnsworth es tremendamente popular en Estados Unidos, y también en el resto del mundo, al ser un ejemplo perfecto de la vivienda unifamiliar estadounidense de mediados del siglo XX, solo que con un toque más modernista. El diseñador eligió crear toda la estructura de la casa con materiales como el vidrio y el acero, permitiendo así una limpieza y simplicidad muy notorias en dicha estructura, pero también el curioso efecto de que todas las paredes eran grandes ventanales, por lo que el interior se veía desde afuera, pese a los intentos de los dueños por colocar cristales reflectantes para evitar a curiosos y mirones. La propia doctora Farnsworth ya se quejó de ese problema cuando entró a vivir a la casa.

Sobre su autor

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Nacido en Prusia en 1888, Ludwig Mies van der Rohe se mudó a Estados Unidos y consiguió llegar a ser uno de los principales diseñadores industriales de su época, impulsor, junto a otros como Frank Lloyd Webber o Le Corbusier, de la arquitectura moderna ya en el siglo XX. Su gusto por el acero y el vidrio como materiales principales de construcción se denota en muchas de sus obras, como la propia Casa Farnsworth. Otros proyectos populares de Mies van der Rohe son el Toronto Dominion Center en Canadá, la Casa Tugendhal en República Checa, la Nueva Galería de Arte de Berlín en Alemania o el Crown Hall, donde reside el Colegio de Arquitectura de Illinois.

La falta de privacidad, una de sus principales peculiaridades

Ludwig Mies van der Rohe diseñó la Casa Farnsworth como un espacio abierto, sencillo pero con líneas muy interesantes en su interior, donde la luz natural sería la protagonista. Por ello pensó que sería interesante no colocar ninguna pared, y que todo fueran grandísimos ventanales de vidrio por los que la luz pudiese entrar a cualquier hora del día. La idea sobre el papel no es mala, ni mucho menos, y de hecho el estilo de la casa es una auténtica maravilla, pero si es una vivienda para habitar, lo cierto es que supone un sitio bastante poco recomendable, empezando por el hecho de que la claridad lo inunda todo desde primera hora del día, y siguiendo por el más evidente: la falta absoluta de privacidad.

Y es que cualquiera puede ver el interior de la vivienda desde fuera y saber lo que ocurre aquí. La primera habitante, la propia doctora Farnsworth, ya se quejó de esa absoluta falta de intimidad, aludiendo a que era imposible estar tranquila sabiendo que desde fuera, cualquier persona que pasara por las cercanías podía ver lo que ocurría en la casa. Sin embargo, ese rasgo se convirtió en la mayor peculiaridad de la casa, y hoy por hoy se conserva tal cual se diseñó, aunque ya no vive nadie en ella. Fue comprada hace años por una organización por la preservación de la cultura, que organiza visitas guiadas a este lugar tan emblemático, que se ha convertido ya en todo un símbolo de la arquitectura modernista norteamericana.